Toda nuestra vida se nos ha acusado de ser cotillas como si fuese un defecto. Ahora hemos descubierto que era fundamental para nuestra supervivencia

La universidad de Stanford ha sido una de las últimas en investigar los beneficios del chisme, ese hábito mal llamado de "chicas"

Cotillear Nos Ha Ayudado A Sobrevivir Como Humanos
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Anabel Palomares

Editor

En 1982, Patricia Meyer Spacks afirmaba en su libro ‘Gossip’ que existe cierta atmósfera que envuelve la experiencia del cotilleo y que la hace fácilmente reconocible. Un ambiente de intimidad envuelto en cierto entusiasmo y revelación que, a pesar de tener beneficios, también tiene muy mala fama especialmente si lo practican mujeres.

Cuando el patriarcado lo estropeó todo. La palabra gossip, el término inglés para referirse al cotilleo, tiene su origen etimológico en la palabra god sibling que se acortó a god sibb en la Inglaterra medieval tal y como explica Silvia Federici, investigadora feminista, en su libro ‘Brujas, caza de brujas y mujeres’. La autora asegura que “la palabra gossip hacía referencia a los acompañantes en el parto, no necesariamente limitados a la comadrona”, un perfil íntimo al que podías confesar todo. Pero el término evolucionó. Federici explica que con el tiempo hacía referencia a las conversaciones ociosas de las mujeres y empezó a usarse de una forma peyorativa. Esto sirvió para destruir la sociabilidad femenina que había prevalecido en la Edad Media. Es decir, la palabra se demonizó como una forma de controlar a las mujeres que ganó su máxima expresión durante la caza de brujas.

No es un hábito feminino sino global: estamos programados para cotillear. Si analizamos el cotilleo desde una perspectiva evolucionista, son muchos los psicólogos expertos que aseguran que ese afán por comentar las vidas de los demás es el resultado de quien fuimos en la prehistoria. Robin Dunbar, antropólogo y psicólogo británico, explicaba en su libro sobre este tema, que el cotilleo surgió como un sustituto del acicalamiento social heredado de los primates y que servía para establecer y mantener lazos sociales. Dunbar propone que el lenguaje evolucionó, en parte, para cumplir esta misma función de cohesión social, pero de una manera mucho más eficiente en comunidades más extensas.

El acto de cotillear, que requiere una cantidad considerable de tiempo y energía, se convirtió en una estrategia adaptativa para el ser humano. Según este estudio publicado en Human Conversational Behaviour, el 67% de nuestras conversaciones en grupo se dedican a hablar de personas que no están en ese momento y el cotilleo representa el 14% de las conversaciones que tenemos a diario, pero en un tono neutro. Cotillear, entendiendo este acto como el de hablar sobre la vida de los demás en un tono personal, ocupa mucho de nuestro tiempo tanto de hombres como de mujeres, y lo cierto es que cumple con una función social.

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Las funciones sociales del cotilleo. Según Dunbar, el cotilleo “nos permite mantenernos al día de las vidas de los demás en nuestro grupo social, lo que nos ayuda a construir y mantener relaciones y nos ayuda a aprender sobre las normas sociales y a evitar conflictos". Facilita la comunicación, nos entretiene, refuerza las normas sociales y la cohesión, y da salida a nuestra agresividad como funciones básicas que ya describió Stirling en 1956. En el trabajo también ayuda según varios estudios que aseguran que cotillear de forma inofensiva con los compañeros de trabajo, podría generar una mayor sensación de grupo y hasta aumentar la moral de los participantes.

Cotillear es un medidor social. Estudios como este publicado en la revista Current Biology demostraron que el cotilleo tiene una función social y “facilita el aprendizaje de los demás cuando la observación directa no es posible”, además de crear conexiones sociales y alinear las impresiones y comportamientos sociales. "Cuando hablo contigo sobre alguien o sobre algo, aunque sea en términos negativos o positivos, decidimos tomar la temperatura sobre cómo nos sentimos sobre nuestro entorno social a gran escala”, explicaban sus autores en el New York Times. Además, es una especie de camino a la socialización “Es útil porque ayuda a las personas a aprender a través de las experiencias de otros, al tiempo que les permite estrechar sus vínculos en el proceso", afirmaban.

El cotilleo tiene numerosos beneficios siempre que la información sea fiable. Según un reciente estudio de Stanford, "cuando las personas están interesadas en saber si alguien es una buena persona con quien interactuar, pueden obtener información de los chismes, asumiendo que la información sea honesta, lo que puede ser muy útil", como explicó la coautora del estudio, Dana Nau. Es decir, el cotilleo es más efectivo cuando no tenemos otros métodos para recopilar información sobre la reputación de otros. Si nos fiamos de la persona que cotillea y nos da la información, es tremendamente útil. “Una vez que las personas tienen esta información, pueden encontrar a otras personas con las que cooperar, lo cual es beneficioso para el grupo”, analizaba la investigadora Xinyue Pan.

Cotillear no siempre es malo y tiene beneficios. Nos ha permitido sobrevivir a lo largo del tiempo y es una huella de la evolución, aunque se haya pintado como un hábito despreciable de las mujeres.

Fotos | Gossip Girl

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